"Lo que Queda al Deshacernos" es un viaje emocional y material a través de la ruptura y la aceptación. Concebida en una paleta casi monocromática de tonos neutros, la obra despliega un paisaje que evoca una pared desgastada, como las de una ciudad olvidada: trazos de grafiti borrados por el tiempo, musgo que reclama espacio, papel mojado que se funde con los restos de lo que una vez fue sólido.
En el centro, una figura humana fragmentada se desmorona y al mismo tiempo goza, deshaciéndose en piezas que se mezclan con el fondo. Es una metáfora del proceso de rendición, de aceptar y dejar ir lo que nos destruye, tanto en lo personal como en lo colectivo. El cuadro no solo es un objeto terminado, sino también una ventana al proceso creativo: la presencia de cinta adhesiva manchada y fragmentos de escritos arrancados del cuaderno de la artista, llenos de pensamientos y emociones volcadas durante la pintura, dan testimonio del acto íntimo de construir y deconstruir al mismo tiempo.
Los materiales utilizados son parte integral de la narrativa: hierba, tinta, acrílico, spray, plástico y más, mezclándose para hablar de las tensiones entre lo natural y lo sintético, lo efímero y lo que permanece. Cada elemento refleja el contraste entre lo orgánico y lo tóxico, una dualidad que define nuestra era y nuestra responsabilidad sobre la destrucción —mental, ambiental, social— que hemos provocado y, a menudo, ignorado.
"Lo que Queda al Deshacernos" no solo narra un colapso, sino también un acto de reconciliación. Al exponer el proceso y sus huellas, la obra invita a enfrentar lo que evitamos: nuestras fallas, nuestras pérdidas, y el peso de lo que hemos permitido deteriorar. Solo aceptando esos vestigios podemos imaginar una nueva forma de habitar y sanar el mundo y a nosotros mismos.